La alimentación macrobiótica es rica, variada y sencilla a la vez. La búsqueda del equilibrio a través de los alimentos resulta en una simplificación de sus principales ingredientes, que son sencillamente alimentos en su origen tal y como nos los ofrece la naturaleza: sin procesar ni manipular, integrales y biológicos.
Una alimentación que realmente nutra se surte principalmente de los productos que nos da la tierra, dejando para uso ocasional los llamados “alimentos” que encontramos manipulados, procesados y envasados en las estanterías de nuestros supermercados.
También se utilizan, por supuesto, condimentos y productos para aportar sabor, creatividad y equilibrio a las preparaciones, pero estos representan solamente un pequeño porcentaje de nuestra alimentación.
La variedad de preparaciones, la combinación de ingredientes y la utilización de aliños y condimentos resultan en platos delicadamente sabrosos y equilibrados que tienen como base los 5 alimentos imprescindibles de nuestra alimentación.
1. Cereales
Los
cereales son uno de los pilares de la alimentación macrobiótica. Cuando hablamos de
cerealesno nos referimos a los clásicos para el desayuno elaborados a partir de refinados, sino al cereal
en su forma natural, integral y de origen biológico.
El cereal integral es una de las mejores fuentes de energía. Sus hidratos son complejos, lo que se traduce en una absorción más lenta y una mejor estabilidad de los niveles de glucosa en sangre.
El efecto resultante se traduce en unos niveles de energía más estables y regulares que contribuyen, además, a una mayor estabilidad emocional.
Cuando consumimos el grano de cereal sin refinar también nos estamos beneficiando de su fibra y su germen. Este último es especialmente rico en ácidos grasos esenciales, vitaminas y minerales, mientras que la fibra juega un papel fundamental en la prevención del estreñimiento y ayuda a reducir los niveles de colesterol.
A nivel energético, el grano de cereal es una semilla a partir de la cual podrá crecer una nueva planta. Conserva, por tanto, todo su potencial y su ciclo vital. Cuando lo consumimos, conectamos con esa energía creadora capaz de generar vida.
El cereal más utilizado en la alimentación macrobiótica es el
arroz integral, del cual encontrarás una gran variedad:
basmati integral,
de grano largo,
salvaje, etc. Además del arroz, utilizamos
mijo,
trigo sarraceno,
quínoa,
cebada,
amaranto,
polenta… En la variedad está el gusto, ve probando poco a poco. Todos ellos son muy versátiles en la cocina y resulta conveniente ir cambiándolos según la estación.
2. Las legumbres
Son un
sustituto ideal a la proteína de origen animal. La mayoría de ellas, como
garbanzos,
azukis, judías blancas o
soja, por ejemplo, nos aporta proteína de alto valor biológico. Es decir, obtenemos todos los aminoácidos que necesitamos y en proporciones adecuadas para poder producir nuestra propia proteína.
Alguna legumbre necesita complementarse, como es el caso de la
lenteja, pero no es necesario hacerlo en la misma comida. Puedes consumir cereal a lo largo del día para obtener una combinación adecuada.
Para evitar la formación de gases, se pueden cocinar con un trocito de
alga kombu o añadir unas rodajitas de
jengibre, laurel o hinojo a la cocción.
Las
legumbres son también muy versátiles. Se pueden preparar en estofados cocinados a fuego lento o en olla exprés si no tienes tiempo, y quedan deliciosas en ensaladas o preparadas en forma de patés.
Una de sus principales ventajas: producen sensación de saciedad y bienestar, facilitando la relajación y evitando el picoteo.
3. Las verduras
Las verduras son nuestras grandes aliadas. Forman parte indispensable de una alimentación saludable, y no solamente como ingrediente de nuestros guisos, sino que deberían estar presentes en preparaciones específicas.
Una vez más, es muy recomendable la variedad. Por un lado, variar el tipo de verdura que consumimos en función de lo que nos da la tierra en cada estación nos ayudará a fluir mejor con la energía del momento. Por otro lado, combinar diferentes tipos de verduras en un mismo plato nos aportará un mayor equilibrio.
Combinando verduras de raíz con verduras redondas y hojas obtendremos un plato más colorido y apetitoso y una energía mucho más equilibrada.
- Verduras de raíz. Aportan una energía estable y refuerzan no solo nuestros intestinos sino también nuestra concentración y perseverancia: zanahorias, chirivías, nabos,
daikon, rabanitos, raíz de loto…
- Verduras redondas. Son habitualmente dulces y nos ayudan a relajar: calabaza, coliflor, brócoli, coles de Bruselas, berza…
- Verduras de hoja verde. Mejoran nuestras defensas, depuran toxicidad y nos ayudan a calmar la mente y a oxigenarnos: puerros, kale, col gallega, canónigos, rúcula, hojas de nabos, hojas de rabanitos…
Variar los tipos de cocción de las verduras aportará creatividad a nuestros platos: escaldados, al vapor, salteados rápidos, horneados, fermentados y ensaladas. Son solo algunas de las preparaciones que puedes utilizar en tus platos.
4. Las algas
Las
algas son, básicamente, verduras de mar. De hecho, son las verduras más antiguas que existen, y por vivir en ese medio son
muy ricas en minerales, especialmente
calcio y
hierro, así como en muchos
oligoelementos.
Además de su gran aporte de nutrientes, son especialmente interesantes por tener la capacidad de eliminar metales pesados y elementos radioactivos de nuestro organismo. Ayudando también a mejorar nuestra salud intestinal y ósea.
Hay una gran variedad de algas que puedes utilizar:
kombu,
nori,
wakame,
arame,
agar agar, etc. En la despensa macrobiótica no falta nunca la
kombu, que ayuda a la cocción de las legumbres y las hace más fáciles de digerir, y la
wakame, que se utiliza especialmente en la preparación de la
sopa de miso. Sólo necesitas utilizar una pequeña cantidad para obtener todos sus beneficios.
5. Las semillas y los frutos secos
Son un complemento ideal en nuestra alimentación. Ricos en ácidos grasos esenciales y en minerales, deberían formar parte de nuestra dieta diaria.
El
sésamo es
una de las mejores fuentes de calcio y las
semillas de calabaza son especialmente
ricas en zinc. Las
almendras nos aportan más
calcio que la leche y las
semillas de lino y
chíacontienen gran cantidad de
mucílagos, beneficiosos para nuestra microbiota intestinal.
Un puñado de frutos secos y 1 o 2 cucharadas de semillas diarias contribuirán a enriquecer tus platos y tu salud.
Antes de consumirlos es recomendable remojarlos. Este sencillo hábito facilitará su digestión y favorecerá la absorción de sus nutrientes.
Después del remojo, puedes consumirlos tal cual o tostarlos ligeramente a baja temperatura.