Uno sólo se enferma cuando no se nutre bien.
Frente a la enfermedad uno debe reflexionar.
¿Dónde he fallado en mi nutrición?
Pero frente a la enfermedad la gente va al médico y no le queda otra opción que seguir sus recomendaciones.
Pero a menos que sea un médico sensible y sabio, la mayor parte de los técnicos llevan al enfermo más y más lejos de la naturaleza.
Lo alentarán a tomar proteínas animales, leche de vaca, vitaminas y medicamentos para mejorar los síntomas.
Recientemente una amiga me consultó por su anciana madre que tiene escaras que no cierran a pesar de los máximos cuidados.
Las escaras tienden a crear infecciones que pueden extenderse a los tejidos profundos y generar una infección generalizada.
Por eso son tan temidas.
La médica que la visita le recomendó que tomara carne de vaca para "cerrar" la herida.
Le indicó que tomara más que si fuera una persona sana porque necesita "reforzar" la capacidad de cicatrización.
Junto con vitaminas y fármacos.
Nosotros nos curamos por esta inquebrantable convicción.
Es nuestra fe que mueve montañas.
Si estoy enfermo he fallado completamente en mi forma de nutrirme.
Debo buscar las fallas en mí mismo y no responsabilizar a factores externos, ni al estrés ni al cambio climático.
Debo corregir mis propias faltas o solicitar el consejo de un amigo esclarecido.
No importa la enfermedad.
No importa la cantidad de diagnósticos.
No importa la cara de susto de los expertos.
No importa la presión de la familia para que aceptes el veredicto de la ciencia.
Frente a la enfermedad tengo un arma poderosa.
Una tremenda pregunta que me hago a mi mismo.
¿Dónde he fallado en mi nutrición?
Entonces corrijo de inmediato esas fallas.
Preparo el mejor arroz, le pongo los condimentos apropiados.
Lo mastico tres veces más que de costumbre.
Tomo mi sopa de misso.
Y un poco de infusión de hierbas poderosas.
Y leo los textos clásicos para nutrir el pensamiento.
Para establecer una poderosa comprensión.
Entonces el miedo se disipa.
La fe que mueve montañas lo reemplaza.
Y lentamente la salud regresa.
Pero lo hace con mayor fuerza que nunca.
Porque un hueso fracturado forma un callo al soldarse.
Y será más fuerte que antes.
Cada enfermedad superada nos deja más fuertes y sabios.
Por eso nadie puede ser un maestro si no ha curado sus propias enfermedades por medio de la nutrición.
El profesor aprende de los libros.
El sabio de sus propios errores.
Frente a la enfermedad uno debe reflexionar.
¿Dónde he fallado en mi nutrición?
Pero frente a la enfermedad la gente va al médico y no le queda otra opción que seguir sus recomendaciones.
Pero a menos que sea un médico sensible y sabio, la mayor parte de los técnicos llevan al enfermo más y más lejos de la naturaleza.
Lo alentarán a tomar proteínas animales, leche de vaca, vitaminas y medicamentos para mejorar los síntomas.
Recientemente una amiga me consultó por su anciana madre que tiene escaras que no cierran a pesar de los máximos cuidados.
Las escaras tienden a crear infecciones que pueden extenderse a los tejidos profundos y generar una infección generalizada.
Por eso son tan temidas.
La médica que la visita le recomendó que tomara carne de vaca para "cerrar" la herida.
Le indicó que tomara más que si fuera una persona sana porque necesita "reforzar" la capacidad de cicatrización.
Junto con vitaminas y fármacos.
Nosotros nos curamos por esta inquebrantable convicción.
Es nuestra fe que mueve montañas.
Si estoy enfermo he fallado completamente en mi forma de nutrirme.
Debo buscar las fallas en mí mismo y no responsabilizar a factores externos, ni al estrés ni al cambio climático.
Debo corregir mis propias faltas o solicitar el consejo de un amigo esclarecido.
No importa la enfermedad.
No importa la cantidad de diagnósticos.
No importa la cara de susto de los expertos.
No importa la presión de la familia para que aceptes el veredicto de la ciencia.
Frente a la enfermedad tengo un arma poderosa.
Una tremenda pregunta que me hago a mi mismo.
¿Dónde he fallado en mi nutrición?
Entonces corrijo de inmediato esas fallas.
Preparo el mejor arroz, le pongo los condimentos apropiados.
Lo mastico tres veces más que de costumbre.
Tomo mi sopa de misso.
Y un poco de infusión de hierbas poderosas.
Y leo los textos clásicos para nutrir el pensamiento.
Para establecer una poderosa comprensión.
Entonces el miedo se disipa.
La fe que mueve montañas lo reemplaza.
Y lentamente la salud regresa.
Pero lo hace con mayor fuerza que nunca.
Porque un hueso fracturado forma un callo al soldarse.
Y será más fuerte que antes.
Cada enfermedad superada nos deja más fuertes y sabios.
Por eso nadie puede ser un maestro si no ha curado sus propias enfermedades por medio de la nutrición.
El profesor aprende de los libros.
El sabio de sus propios errores.
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