domingo, 28 de diciembre de 2014

Alimentar El Templo




Nuestro cuerpo físico es un templo. Es perfecto así como es. Es una obra maestra del Creador.
No le estoy proponiendo que sea religioso. Sino que considere por un momento que hay una inteligencia o energía inteligente detrás de toda la maravilla de la creación.
Cualquier organismo unicelular observado al microscopio deja boquiabiertos a los investigadores. Una sola célula con algunos “piecitos” o con una “colita” para nadar es un verdadero espectáculo digno de una película de hollywood.
Un espermatozoide es una genialidad. Uno solo. Y en cada acto amoroso se liberan aproximadamente 800 millones.
Cada vez. Todas las células, de todas las clases, incluyendo a las bacterias, protozoarios y hongos, son organismos de una complejidad que ni las mentes más brillantes llegan a comprender. Solo nos podemos extasiar y maravillar ante tanta perfección.
Según datos aportados por el gran Deepak Chopra una sola célula corriente, es capaz de realizar 6000 funciones biológicas simultáneamente. Cada célula es un organismo en sí. Y sabe cómo sobrevivir. Sabe cómo defenderse. Sabe cómo conseguir pareja. Sabe como reproducirse. Sabe cómo sintetizar su propio ADN y ARN. Sabe como reparar los daños a la membrana o a algunos de sus organelos misteriosos. Ya lo sabe. Y no fue a la Universidad. Lo sabe. Siempre lo ha sabido. Porque las células han evolucionado desde formas simples a las formas actuales, prodigiosas, de una complejidad que asombra y deja perplejo hasta al más indiferente.
Según Bruce Lipton, el célebre médico que promueve la genética de la mente y de las emociones, las células han evolucionado durante 2 billones de años (2 000 000 000 000). Han llegado a la cima de la complejidad y de la perfección biológica. Y luego esas fantásticas células “decidieron” aumentar la complejidad, asociándose, formando grupos de células. Los organismos multicelulares o pluricelulares. Y poco a poco esta complejidad fue haciéndose más y más sofisiticada hasta llegar a las plantas actuales y a los animales actuales. Todos con función perfecta. Con belleza. Con habilidades infinitas.
Una simple araña nos deja pasmados. ¿Cómo teje esa tela con tanta perfección, que ni un ingeniero de la mejor escuela del mundo podría imitar?
Cuando usted come una zanahoria, debería sentir una gran emoción. Es un producto biológico de una elevada sofisticación, y según la sensibilidad de los pueblos tradicionales tiene “alma”.
Todas las formas de vida son grandiosas. Pero no lo vemos así. Estamos fríos como témpanos. No nos asombra ya nada, a menos que cueste 100000 dólares.
No nos conmueve ver a un simple pajarillo romper el huevecillo y nacer con gran voluntad de vivir y cantar. Una gran vida, para un gran pájaro que comienza así, en un pequeño huevo que él mismo rompe o a veces lo rompe algún desalmado. Un simple pajarillo nos enseña. Se va a pasar toda su vida tratando de embellecer este mundo con su canto, con su gracia para volar y brincar. Con su salud este simple animalito va a embellecer un poco más la creación. Y lo rodean peligrosos virus. En el nido, en sus patas, en las ramas donde está afincada su vivienda. Hay virus por todos lados. Y bacterias “asesinas”. Y hongos en las uñas de mamá. Y no pasan desinfectante ni hay filas para la vacunación. Solo hay vida, felicidad, intensidad, pasión por la acción. Y confianza. Podemos convivir todos. Papá y mamá, los hermanos pajaritos, y también la cucaracha que vive a pocos centímetros del nido. Y muchas bacterias y virus que pasean por las ramitas del nido. Y como mamá y papá son los encargados de traer la comida, la regurgitan y alimentan a los polluelos. Con centenares de gérmenes. Porque no hierven los alimentos ni se pasan alcohol en gel. Ni desinfección cada mañana como en los hospitales de los animales humanos.
Los animales se ocupan de vivir. Han venido a la vida a vivir. No a luchar contra las enfermedades. Gozan de salud perfecta. Y si la selección natural halla algún defecto biológico incompatible con una función perfecta, su vida se interrumpirá prematuramente. Y al mismo tiempo están naciendo miles de otras formas perfectas.
Los virus se encargan del trabajo sucio. Las bacterias hacen la labor imprescindible para la belleza de la creación, pero que nosotros no haríamos por todo el oro del mundo. Se encargan de descomponer todas las formas de vida inviables. No es viable. No funciona. Está sin energía. Debilitado. Intoxicado. Enfermo. Frágil. Feo. En proceso degenerativo o involucionando. En proceso de degradación. Y aparecen las bacterias y los virus, los protozoarios y los hongos para acelerar y facilitar la descomposición de esos materiales orgánicos, ex-biológicos, ex-formas saludables-perfectas-funcionales. O directamente con fallas funcionales congénitas. ¿Es cruel? ¿Es brutal? Es la naturaleza. Es brutalmente perfecta. Es amorosamente perfecta. Tiene las dos caras. La cara amorosa de una madre que nutre con su leche y sus caricias. Y la cara despiadada de un tornado o un relámpago que cual hábil cirujano secciona y rehace una nueva realidad biológica. Los microbios han venido a servir.
Las arañas han venido a servir. Los pájaros han venido a servir. Hasta las rocas sirven a un propósito. Usted no ha venido a este mundo a “pasarlo en grande”. Usted ha venido a servir. A servir en grande. A vivir una vida con significado. De servicio. A embellecer este mundo. Con su alegría, con su salud, con su única e imcomparable combinación de talentos. Y el virus vino a servir. Al igual que la bacteria. Vinieron a apurar la degradación de aquellas formas vivientes que ya están desafinando, que ya no pueden tocar en la orquesta sinfónica porque han perdido la magia, la habilidad y la pasión. En la naturaleza sólo perfección. Solo función perfecta. Alegría perfecta. Coraje infinito. Belleza que no deja de asombrarnos.
Si la función es perfecta, si la salud es perfecta, si la belleza es elocuente, si la potencia vital es poderosa los gérmenes no nos molestarán, porque no han venido a atacar a las formas vigorosas sino a las formas decadentes. Para que sus materiales se reciclen y den lugar a la formación de nuevas formas perfectas y hermosas.
Por ello el pajarillo en su nido pia y canta, apasionado y lleno de sueños, de expectativas, de lugares para conocer, volando y viajando a múltiples árboles, ríos, montañas. Y luego encontrar una novia y formar una familia y tener hermosos descendientes. Es la vida. Ha sido así por cientos de miles de años. Son leyes inapelables. De aplicación inmediata. Sin juez. Sin estrado. Sin sesiones de discusión. Se aplican las leyes biológicas inmediatamente y sin discusiones. Así funciona. No lo inventé yo ni lo hizo usted. Ni algún científico o sabio eminente. Son las leyes universales. Eternas y en plena vigencia. En este planeta llamado Tierra, rige la Ley Natural.
Podemos aprender del pajarillo. Y ocuparnos de vivir, de avanzar con pasión tras nuestros sueños, de soñar con grandes hazañas. Con lograr nuestra utopía personal. Las formas perfectas, de elevada salud y perfección, de potencia vital infinita, viven para vivir. No lo hacen llenas de recelo, desconfiando de virus de “alto riesgo oncológico”, buscando la detección de enfermedades mortales mediante revisaciones periódicas y exámenes de marcadores tumorales.
Si los virus nos atacan es porque nuestra potencia vital está disminuida. Nuestras condiciones vitales están perdiendo viabilidad. Nos estamos acercando a un punto peligroso, donde está en duda si estamos capacitados para vivir una vida de plenitud. Con función plena y belleza plena. El virus nos ataca a nosotros. No lo ataca al pajarillo ni al cocodrilo que espera agazapado que algún bisonte distraído se acerque demasiado al lago.
Los virus están para servir. Para atacar las formas vivientes llamadas células que están perdiendo calidad. Que están enfermas. Débiles. Sin buena función. Se están afeando por la degradación de sus funciones.
De la misma forma que un tiburón persigue a los animales heridos o enfermos en el mundo submarino, los virus y bacterias persiguen a las células débiles y alteradas. El tiburón no es malo. Simplemente cumple su servicio de limpiador de los mares. Solo deja con vida a las formas más fuertes, más hermosas, más perfectas, más hábiles y más veloces. Lo viejo, lo herido, lo decadente es inmediatamente eliminado.
También ocurre en el mundo terrestre. El tigre, el león atacan a las formas más débiles, más vulnerables. Con esa política tan cruel y despiadada la naturaleza se asegura que las formas más fuertes, más poderosas continúen y dejen descendientes.
A pesar de las legislaciones humanitarias, la naturaleza sigue su plan. Con el ser humano es lo mismo. Si nos degradamos biológicamente, si no debilitamos, si nos intoxicamos o somos “gourmets”, si incubamos hábitos tóxicos, la ley se aplicará sin consideraciones y con ejecutividad inmediata. Al perder el estado de salud perfecta y función perfecta, seremos atacados por todo tipo de virus y bacterias. Y no tenemos alternativa. O recuperamos nuestros elevados estándares de función o debemos perecer. Y si continuamos intoxicados, la vacuna hará poco. Unas proteínas más no van a cambiar el estado de alteración. La pérdida del equilibrio. Si el templo se ha degradado e intoxicado, poco hará una vacuna. Porque la función perfecta original no se restablecerá hasta lograr el óptimo estado nutricional. Y esa es la forma básica de volver al estado de perfección original.
Como un simple pajarillo. La próxima vez que veamos uno démosle las gracias y hagamos una breve inclinación como cuando se cruza con un gran profesor. Porque es nuestro maestro. El tiene función perfecta, salud perfecta, agilidad perfecta y elegancia sin igual. Y nosotros estamos llenos de miedo. Aprendamos de los que saben cómo nutrirse y cómo moverse. Y aprendamos a volar.
Dr. Martín Macedo

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