jueves, 23 de marzo de 2017

Reflexión del doctor Martín Macedo








Hay una nutrición ideal para cada especie.
Los bueyes comen hierba.
Los tigres carne fresca.
Eso los convierte en magníficos exponentes de la perfección biológica.
Pero los hombres no se ponen de acuerdo.
Sobre cuál es el alimento supremo.
Nosotros creemos que la base es el cereal íntegro.
A todos nos encantan los cereales o sus subproductos.
Pero la mayoría prefiere las versiones refinadas e industriales.
Y la fuerza vital que deriva de éstos es infinitamente menor que la que surge de las formas originales.
Así la humanidad se ha vuelto excesivamente yin.
La gente se cansa y se deprime fácilmente.
Los virus se pasean a sus anchas por las grandes avenidas en las principales ciudades del mundo.
Tenemos a la humanidad más enferma de la historia.
Elegir las versiones refinadas del sagrado cereal conduce a una angustiosa incertidumbre.
Elegir vivir contra el orden del universo acarrea un sufrimiento innecesario.
Pero ese mismo sufrimiento tiene un fin mucho más noble y elevado del que podemos suponer.
Nos conduce hacia una profunda introspección.
Y hacia el encuentro con el nutriente original.
Donde hallaremos la fuerza infinita.
La belleza infinita.
Y el retorno de la sabiduría.
De una sabiduría que no se obtiene de libros.
Sino de la inmersión del alma individual en el alma del universo infinito.









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